lunes, 16 de junio de 2025

 


  RECORDANDO A DON VICENTE PEREDA Y REVILLA.


Este mes de mayo se cumple el setenta y cinco aniversario del fallecimiento de don Vicente Pereda y Revilla, hijo menor de nuestro ilustre novelista José María de Pereda.  A pesar de vivir bajo la prolongada sombra literaria de su padre, don Vicente fue también un autor prolífico que cultivó diversos géneros: novela, ensayo, teatro e incluso poesía. Su obra, aunque menos conocida, merece un lugar en la memoria literaria de Cantabria.

La efeméride ha sido recordada por la Sociedad Cántabra de Escritores (SCE), que, con motivo del Día de las Letras Cántabras -celebrado el 19 de febrero, fecha elegida por coincidir con la festividad del santo Beato de Liébana, considerado el primer escritor cántabro documentado-, aprovecha esta ocasión para rescatar del olvido a escritores vinculados a Cantabria que han contribuido al desarrollo cultural de la región. Esta labor de recuperación se centra en autores cuya efeméride se corresponda con múltiplos de veinticinco años (25, 50, 75, 100, etc.).

Cada año, la SCE realiza un extenso homenaje a estas personalidades de las letras, ofreciendo un compendio de su vida y obra, así como una lectura pública de algún texto seleccionado. Tuve el honor de ser invitado por la SCE -bajo la delegación de su nieto, José María- para representar a don Vicente Pereda, leyendo un texto de una de sus obras. Escogí el extracto II “Las campanas del destino”, de su obra Arco Iris. Otra opción disponible era leer un fragmento de su obra Cantabria, considerada la primera novela histórica sobre las Guerras Cántabras.

D. Vicente de Pereda nace en Santander en 1881. Fue el menor de siete hermanos; creció entre Polanco y Santander, al igual que había vivido su padre. En palabras de D. Sixto Córdova y Oña que cita la redondilla que  Sinesio Delgado escribió en el semanario el “Madrid Cómico”, refiriéndose a J.Mª de Pereda:

                               “Montañés sencillo y franco

                               que no cesa de correr

                               de Polanco a Santander

                               de Santander a Polanco”

D. Vicente Pereda estudió bachiller en Santander y derecho en Deusto, aunque nunca ejerció la abogacía. Se casó con Joaquina Torres Quevedo Allport, sobrina del ingeniero  e inventor, con quien tuvo nueve hijos. Siempre estuvo vinculado a Polanco, donde en 1913 reformó la casa  familiar, en la que había nacido su padre, y que utilizó como residencia. A mediados de los años veinte, la familia estableció su residencia en Madrid, aunque frecuentemente continuaban viniendo a Polanco. En Madrid hizo amistad con muchos escritores,  la mayoría conocidos en las tertulias que frecuentaba en el Ateneo, aunque muchos otros los conoció gracias a la amistad que mantenían con su padre.

Tanto en Madrid como en Polanco continuó su labor literaria que, como expuse anteriormente, fue muy extensa y variada. Dicha actividad literaria la abandonó tras la Guerra Civil, al perder en ella a su hijo José María.

Don Vicente falleció el 29 de mayo de 1950, cuando, al parecer, se encontraba preparando el viaje a Polanco para pasar aquí el periodo estival. Serán sus hijas quienes continúen con la tradición familiar de acercarse a la casa solariega de Polanco a lo largo del año, especialmente durante el verano.

Personalmente, no llegué a conocer a sus hijos varones -José María, Luis y Juan-, quienes fallecieron a edades tempranas, ni a su hija Sol, casada con el capitán y abogado Felipe García-Mauriño, que se exiliaron en México tras la Guerra Civil.

Sí tuve la fortuna de conocer al resto de sus hijas: María Fernanda, María Dolores, Ana, Isabel y MariCruz. Todas ellas fueron asiduas visitantes y muy vinculadas a Polanco, donde gozaron de gran simpatía entre el vecindario por su amabilidad, cordialidad y filantropía.

Solían venir acompañadas habitualmente por su prima María Teresa Rivero Pereda, “Tea”, hija de Enrique Rivero y de María, la única hija que tuvo José María de Pereda.

MariCruz, la menor de las hermanas, falleció en 2006, cuando conmemorábamos el centenario del fallecimiento de su abuelo. Nos dejó como legado la letra del Himno a Polanco, cuya música fue compuesta por Federico Ceballos Horna.

Su vida y obra nos muestran a un hombre sensible, cultivado y profundamente marcado por su entorno familiar y por los acontecimientos históricos de su tiempo. Además de su legado  literario, nos dejó muestra de su interés social y su inclinación por la naturaleza. En 1904 creó el Sindicato Agrícola de Polanco, construyéndose su sede en el lugar actual del  barrio El Hondal, en 1911, siendo su primer presidente. Este hecho da cuenta de su carácter emprendedor y de su voluntad de mejora para el mundo agrario En 1930 con la publicación de  su libro Cotos forestales de previsión expresó sus inquietudes sociales y agrícolas y su deseo de promover la repoblación forestal.

En el ámbito literario, fue un autor sumamente prolífico, con una producción marcada por una diversidad temática que abarca desde la autobiografía hasta el ensayo social y filosófico, pasando por la poesía y la narrativa. Entre alguna de sus obras más destacadas se encuentra 50, un texto de carácter autobiográfico en el que se refleja su visión íntima de la vida y su evolución personal. Otras obras relevantes dentro de su producción incluyen Sociología y Cristianismo, donde examina la relación entre los valores religiosos y la estructura social; La vejez, ensayo reflexivo sobre la última etapa de la vida y el Viejo poema, una emotiva composición dedicada a su padre. Asimismo, abordó temáticas diversas en títulos como Esqueletos de oro, centrado en el mundo de la diplomacia; La Hidalga fea y Juan de Castilla, posiblemente obras narrativas de corte histórico o costumbrista.

La conmemoración de su aniversario debe servir para darle a conocer, preservar su memoria,  y reconocer su labor. No es tarea fácil conseguir sus obras, pues buena parte de ellas están descatalogadas. La última edición de una de sus obras ha sido la realizada a la considerada una de sus mejores obras Cantabria publicada por el Ayuntamiento de Santander, en los albores del centenario de su fallecimiento.

La conmemoración de este 75º aniversario no es solo un homenaje a su figura, sino un acto de justicia cultural. Es momento de que las administraciones y entidades culturales aprovechen para  reeditar, estudiar y difundir su obra, para que don Vicente Pereda y Revilla ocupe el lugar que merece en la historia de nuestras letras.  Este mes de mayo se cumple el setenta y cinco aniversario del fallecimiento de don Vicente Pereda y Revilla, hijo menor de nuestro ilustre novelista José María de Pereda.  A pesar de vivir bajo la prolongada sombra literaria de su padre, don Vicente fue también un autor prolífico que cultivó diversos géneros: novela, ensayo, teatro e incluso poesía. Su obra, aunque menos conocida, merece un lugar en la memoria literaria de Cantabria.

La efeméride ha sido recordada por la Sociedad Cántabra de Escritores (SCE), que, con motivo del Día de las Letras Cántabras -celebrado el 19 de febrero, fecha elegida por coincidir con la festividad del santo Beato de Liébana, considerado el primer escritor cántabro documentado-, aprovecha esta ocasión para rescatar del olvido a escritores vinculados a Cantabria que han contribuido al desarrollo cultural de la región. Esta labor de recuperación se centra en autores cuya efeméride se corresponda con múltiplos de veinticinco años (25, 50, 75, 100, etc.).

Cada año, la SCE realiza un extenso homenaje a estas personalidades de las letras, ofreciendo un compendio de su vida y obra, así como una lectura pública de algún texto seleccionado. Tuve el honor de ser invitado por la SCE -bajo la delegación de su nieto, José María- para representar a don Vicente Pereda, leyendo un texto de una de sus obras. Escogí el extracto II “Las campanas del destino”, de su obra Arco Iris. Otra opción disponible era leer un fragmento de su obra Cantabria, considerada la primera novela histórica sobre las Guerras Cántabras.

D. Vicente de Pereda nace en Santander en 1881. Fue el menor de siete hermanos; creció entre Polanco y Santander, al igual que había vivido su padre. En palabras de D. Sixto Córdova y Oña que cita la redondilla que  Sinesio Delgado escribió en el semanario el “Madrid Cómico”, refiriéndose a J.Mª de Pereda:

                               “Montañés sencillo y franco

                               que no cesa de correr

                               de Polanco a Santander

                               de Santander a Polanco”

D. Vicente Pereda estudió bachiller en Santander y derecho en Deusto, aunque nunca ejerció la abogacía. Se casó con Joaquina Torres Quevedo Allport, sobrina del ingeniero  e inventor, con quien tuvo nueve hijos. Siempre estuvo vinculado a Polanco, donde en 1913 reformó la casa  familiar, en la que había nacido su padre, y que utilizó como residencia. A mediados de los años veinte, la familia estableció su residencia en Madrid, aunque frecuentemente continuaban viniendo a Polanco. En Madrid hizo amistad con muchos escritores,  la mayoría conocidos en las tertulias que frecuentaba en el Ateneo, aunque muchos otros los conoció gracias a la amistad que mantenían con su padre.

Tanto en Madrid como en Polanco continuó su labor literaria que, como expuse anteriormente, fue muy extensa y variada. Dicha actividad literaria la abandonó tras la Guerra Civil, al perder en ella a su hijo José María.

Don Vicente falleció el 29 de mayo de 1950, cuando, al parecer, se encontraba preparando el viaje a Polanco para pasar aquí el periodo estival. Serán sus hijas quienes continúen con la tradición familiar de acercarse a la casa solariega de Polanco a lo largo del año, especialmente durante el verano.

Hijas de D. Vicente Pereda: Isabel, María,  Tea (sobrina), María Fernanda, Mª Cruz y Ana.

Personalmente, no llegué a conocer a sus hijos varones -José María, Luis y Juan-, quienes fallecieron a edades tempranas, ni a su hija Sol, casada con el capitán y abogado Felipe García-Mauriño, que se exiliaron en México tras la Guerra Civil.

Sí tuve la fortuna de conocer al resto de sus hijas: María Fernanda, María Dolores, Ana, Isabel y MariCruz. Todas ellas fueron asiduas visitantes y muy vinculadas a Polanco, donde gozaron de gran simpatía entre el vecindario por su amabilidad, cordialidad y filantropía.

Solían venir acompañadas habitualmente por su prima María Teresa Rivero Pereda, “Tea”, hija de Enrique Rivero y de María, la única hija que tuvo José María de Pereda.

MariCruz, la menor de las hermanas, falleció en 2006, cuando conmemorábamos el centenario del fallecimiento de su abuelo. Nos dejó como legado la letra del Himno a Polanco, cuya música fue compuesta por Federico Ceballos Horna.

Su vida y obra nos muestran a un hombre sensible, cultivado y profundamente marcado por su entorno familiar y por los acontecimientos históricos de su tiempo. Además de su legado  literario, nos dejó muestra de su interés social y su inclinación por la naturaleza. En 1904 creó el Sindicato Agrícola de Polanco, construyéndose su sede en el lugar actual del  barrio El Hondal, en 1911, siendo su primer presidente. Este hecho da cuenta de su carácter emprendedor y de su voluntad de mejora para el mundo agrario En 1930 con la publicación de  su libro Cotos forestales de previsión expresó sus inquietudes sociales y agrícolas y su deseo de promover la repoblación forestal.

En el ámbito literario, fue un autor sumamente prolífico, con una producción marcada por una diversidad temática que abarca desde la autobiografía hasta el ensayo social y filosófico, pasando por la poesía y la narrativa. Entre alguna de sus obras más destacadas se encuentra 50, un texto de carácter autobiográfico en el que se refleja su visión íntima de la vida y su evolución personal. Otras obras relevantes dentro de su producción incluyen Sociología y Cristianismo, donde examina la relación entre los valores religiosos y la estructura social; La vejez, ensayo reflexivo sobre la última etapa de la vida y el Viejo poema, una emotiva composición dedicada a su padre. Asimismo, abordó temáticas diversas en títulos como Esqueletos de oro, centrado en el mundo de la diplomacia; La Hidalga fea y Juan de Castilla, posiblemente obras narrativas de corte histórico o costumbrista.

La conmemoración de su aniversario debe servir para darle a conocer, preservar su memoria,  y reconocer su labor. No es tarea fácil conseguir sus obras, pues buena parte de ellas están descatalogadas. La última edición de una de sus obras ha sido la realizada a la considerada una de sus mejores obras Cantabria publicada por el Ayuntamiento de Santander, en los albores del centenario de su fallecimiento.

La conmemoración de este 75º aniversario no es solo un homenaje a su figura, sino un acto de justicia cultural. Es momento de que las administraciones y entidades culturales aprovechen para  reeditar, estudiar y difundir su obra, para que don Vicente Pereda y Revilla ocupe el lugar que merece en la historia de nuestras letras. El Ayuntamiento de Polanco no debiera ser indiferente a esta efeméride.

                                                                                                            Tino Barrero.

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