sábado, 20 de mayo de 2023

 


EL TALANTE Y LAS FORMAS, IMPORTAN... Y MUCHO.

Estamos en periodo de campaña electoral. Momento de escuchar y leer los programas de los diversos partidos que optan al ayuntamiento. Debemos ser un poco cuidadosos y escépticos con lo que nos dicen, pues, a veces, cargan la cuchara más de lo que  puede entrar en la boca y, a veces, confunden (o mejor, nos confunden) no distinguiendo el deseo con la realidad. No obstante, sí se puede observar una intencionalidad global en los programas que nos puede dirigir a una u otra opción.

Por eso,  algo que tenemos que hacer en este periodo es reflexionar a quién  vamos a dar nuestro voto. No olvidemos que nuestro tiempo de libertad real para designar a aquellos que deseamos nos representen, es muy corto…  Cortísimo, diría yo. A partir del día 28, ya no pintas nada. Si te equivocas, o no tienes fortuna en tu voto, has de cargar con dicho pesar los próximos cuatro años. Cuatro años de total garantía para quien consiga el gobierno. A partir de ahí, y dependiendo de su madurez democrática, que si es escasa, cuanto menos pienses, menos hables y menos molestes, mejor. Y si no, te va a dar igual, porque quien manda, manda. Y, amigos, lo evidente es que  saber mandar no está al alcance de todos. Hay quienes hacen del mando imposición, descendiéndote a la categoría de  súbdito y dejándote a merced de sus decisiones arbitrarias. Estas actitudes y comportamientos suelen ser propias de personas inestables e inseguras que acaban manifestándose como personas caprichosas y maleducadas…  De verdad, "haberlas haylas".

En estos momentos de campaña electoral y reflexión, me viene el recuerdo de una persona que fue primer alcalde de este pueblo de Polanco, dentro del periodo democrático. No es tan relevante la procedencia del partido que representaba como la actitud y calidad humana de la persona en cuestión. Convencido estoy que con independencia de la adscripción política de cada miembro de aquella Corporación, o de cualquier vecino  del municipio, pudiese tener una mala palabra o mal concepto sobre él. Se trataba de José Dacal Peón, “Pepín Dacal”.


J
osé  Dacal, cuando llegó a la alcaldía ya había cumplido los 70 años; no era joven, ni tan siquiera de mediana edad. No había ido a la Universidad, siendo su formación académica bastante elemental. Sin embargo mostró buena inteligencia social y emocional. Fue obrero, creo que de Sniace. Y, sobre todo fue un señor. Fue, al más estilo machadiano, un “hombre bueno”. Siempre atento, siempre escuchaba y mostraba un trato afable y respetuoso ante cualquier persona.


Recuerdo con añoranza aquellos plenos que él presidía. Unos plenos que bien podían durar dos, tres, e incluso más horas. En ellos se debatía y se debatía… Había un gran respeto al adversario, al cual se le consideraba como un representante de los vecinos del pueblo, por lo tanto, dignos de consideración. Recuerdo vivir aquellos plenos expectante y con ilusión; allí nos podíamos fumar tranquilamente medio paquete de ducados a lo largo de la sesión. Los concejales intercambiaban entre ellos el tabaco y  caramelos… Recuerdo a Nicolás Díaz, de la tienda de Requejada, concejal que siempre llevaba un “bolsillao” de caramelos que repartía, a lo largo de la sesión, entre todos los miembros de la Corporación. Desde la discrepancia, había muestras de educación y respeto; se respiraba cierta camaradería en el deseo de sacar Polanco adelante. Las discrepancias trataban de superarse con el diálogo. La palabra adquiría más protagonismo que la norma… Eran unos caballeros.

En todo aquello, la noble predisposición de los concejales –que además, por entonces, ningún concejal estaba en nómina por el ayuntamiento-, fue fundamental. Pero mucho que ver tuvo la actitud y bonhomía de un alcalde que supo insuflar armonía y aire democrático a la Corporación. Una persona de carácter sencilla y humilde que nunca precisó gastar dinero público para publicitarse.

Cuan diferente el talante vivido en aquellos plenos - e incluso los siguientes-, a los de estos últimos cuatro años que, en diversas ocasiones, han quedado alejados de lo que cabe esperar en un salón donde la palabra y el respeto deben ostentar la máxima dignidad.  Cuan diferente las formas y la manera de proceder

En ocasiones, para avanzar hay que mirar atrás; tenemos allí, en aquellas corporaciones primigenias,  un buen espejo donde mirarnos, donde aprender. Valores como el respeto, la escucha, sinceridad y generosidad para con el otro, deben ser guías de comportamiento. Polanco lo merece, los polanquinos lo necesitamos… Y se puede llegar a lograr; claro que sí.


                                                                               TINO BARRERO