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jueves, 2 de julio de 2020
Don BENITO PÉREZ GALDÓS EN POLANCO
Añadía Julián Revuelta, El Malvís, en su cántico a unos versos que Jesús Cancio dedicó a
Polanco, aquello de que: Si será Polanco
digno de las mayores grandezas que quiso Dios que en Polanco viniera al mundo
Pereda. A su vez, D. Marcelino
Menéndez Pelayo dijo de Pereda que era “el
patriarca de la región montañesa, la gloria mayor de la tierra donde nací…”
Casa de José Mª de Pereda |
Palabras
que enaltecen a nuestro autor y enorgullecen a
sus convecinos polanquinos. Ciertamente, Polanco ofreció a Pereda su
cuna y lugar para el descanso perpetuo.
Pereda iba a corresponder dejando impreso el nombre de su pueblo dentro de la Literatura universal.
Además, Pereda ha sido el causante de que numerosos visitantes recalen por esta
localidad. Unos fueron coetáneos suyos, y otros persistentes en el tiempo. Unos,
para visitarle personalmente; otros, para
conocer el paisaje y escenario de alguna de sus obras o para conocer su
residencia y el entorno donde escribió buena parte de su obra.
Alguno de
ellos, preeminente en el arte de escribir, dejó testimonio de su visita y del
nombre de Polanco en alguno de sus libros. Caso es el del comillano Domingo de
las Cuevas (1830-1907), a la sazón primo carnal de Pereda, que incluyó en su
libro Antaño (1903), dentro del
relato “Cómo conocí a Pereda”, la impresión que con apenas 12 años le produjo
la primera salida de su Comillas natal para dirigirse a Polanco, en un
carromato de bueyes, llegar a la Requejada, encontrarse con aquella ancha
carretera que suponía el Camino Real, la cambera que tuvo que ascender entre
abundantes escajos hasta divisar el campanario de la iglesia rodeado de casas
de exterior labradoresco, y entre la más distinguida y blasonada la de su pariente.
Personalidades
de la altura literaria de Azorín
también reseñan el topónimo de Polanco. El periodista se acerca a esta
localidad para visitar a Pereda en el ocaso de su vida, viajando desde
Santander en el tren del Cantábrico,
recién estrenado el trayecto Santander-Llanes, y nos va describiendo con mucho colorido, el
trayecto que dura dos horas por las localidades en que circula hasta llegar a la
Requejada. Nos sigue relatando cómo desde esta estación camina por la
naturaleza en un entorno idílico, senda arriba hasta observar el pueblo de
Polanco, compuesto por diez o doce casas aisladas, de rojizas techumbres, casi
ocultas entre la frondosidad del paisaje, y desde el mismo centro del disperso
poblado contempla un alto y viejo muro
que cerca un jardín, en medio del cual se halla la casa del novelista. Esta visita, bajo el título “Polanco. En casa
de Pereda” fue descrita en dos artículos publicados en ABC el 10 y 11 de agosto de 1905 y recogidas posteriormente en el
libro Las tercera de ABC (1976).
Acerca del
autor de Sotileza, Galdós dejó
escrito: “Vive parte en Santander y otra parte en su magnífica casa posesión de
Polanco en medio de aquella naturaleza risueña, siempre fresca y poética”. Y en
otra ocasión, refiriéndose también a la residencia de Pereda, escribe “…en aquellos hospitalarios estados de Polanco,
residencia placentera y cómoda, asentada en medio de la poesía y de la soledad
campestre”.
Andando el
tiempo, poco antes de mediar el pasado siglo, se acerca a Polanco el Poeta del
Mar, Jesús Cancio, quien del brazo de su primo Luis Corona, a lo largo del
estío tendrá su cita anual, hasta su fallecimiento en esta localidad. El propio
Cancio atraerá a este lugar numerosas personalidades del mundo de la farándula,
especialmente de Santander y Torrelavega: escultores, poetas, pintores,
músicos… Y, cómo no, tras sus frecuentes estancias en Polanco, también tuvo la gracia de dejar su nombre en el
glorioso mundo de las letras. La villa es elegida dentro del opúsculo “Seis de
los santos lugares del poeta”, editado por Hermanos Bedia (1955). También nos dejó
dos poemas: uno denominado “Polanco”, que aparece en su último libro Bronces de mi costa (1956), y otro “Tonadas
a Polanco”.
Con todo
ello, bien podemos considerar que Polanco sea uno de los municipios de la
región cuyo nombre mejor ha quedado cincelado con hermosos ribetes en el mundo
de la cultura literaria, gracias a la excelsa pluma de significados hombres de
las letras.
Más, lo
que este artículo pretende en la conmemoración del centenario del fallecimiento
de don Benito Pérez Galdós, es significar la presencia del autor de los Episodio Nacionales en la villa de Polanco,
cuyo nexo ineludible se encuentra en Pereda. Son diversos los autores cántabros
que vienen estudiando y han escrito algún artículo sobre Galdós a lo largo de
esta efeméride: miembros de la Sociedad Menéndez Pelayo como Borja Rodriguez,
José Manuel González Herrán o Raquél Gutiérrez con el artículo “Una pieza en el
taller del realismo”; José Ramón Saiz Viadero, “ Galdós y Cantabria”; Jesús
Herrán, “Galdós santanderino”; Ana Vega Pérez,”Pérez, “Galdós, garbancero a
mucha honra”,… Es por ello que, sin
entrar en disquisiciones, deseo presentar un breve esbozo de lo significativo
de esta amistad que hace sobrentender la relación del escritor canario con
Polanco.
Quizá
huyendo del pesado calor capitalino durante el estío; tentado por la añoranza
de recibir sobre su rostro la brisa marina de su etapa palmense, o quizá, tal
como él mismo nos cuenta en el prólogo de El
sabor de la tierruca (1882), fue la impresión que le produjo la lectura de Escenas montañesas (1864) y Tipos y paisajes (1871) lo que le
inoculó un inusitado interés por conocer esta hermosa región… Por lo que fuere, vino por vez primera a
Santander en el verano de 1871, acababa de dar a la imprenta su novela La sombra, y quedó tan encantado de la
ciudad que afectivamente la adoptó, y no dejó de visitarla hasta 1917, cuando ya ciego y con escasas fuerzas se recluyó
definitivamente en Madrid.
En
esa primera visita contacta por vez primera con un José María de Pereda que
sale a su encuentro en la pensión donde se hospeda, situada en la misma calle
donde reside el autor polanquino. Ambos tenían referencias recíprocas, pero no
se conocían personalmente. A partir de entonces se establece entre ambos una
gran amistad que perdurará para siempre. Una amistad realmente paradigmática
por su intensidad, lealtad y perdurabilidad; difícil en dos personalidades de
carácter e ideas tan diferentes, pero que, sin duda, estuvo bien cimentadas por
la tolerancia y el respeto y alimentada por el afecto. Pereda sintió un gran
afecto hacia Galdós, y le maravillaba su enorme facilidad literaria, a la vez,
de fecunda, variada y continua, pero se mostró más crítico con sus ideas
políticas y religiosas.
Laurel plantado por Galdós en Polanco, casa de J.Mª de Pereda
Galdós
hacia Pereda, respecto a lo literario, valoraba la introducción que hizo en sus
primeros libros del lenguaje popular en la literatura, creando personajes que
eran seres vivos de fuerte realidad, además de la capacidad para reproducir lo
natural y el gran poder para combinar la realidad con la fantasía, lo que hace
que le considere porta-estandarte del realismo literario en España. De su
carácter, le llamó la atención su firmeza y tesón puro y desinteresado y la
noble sinceridad con que declaraba y defendía sus ideas. En una ocasión
escribía Galdós: “ni don José María de Pereda era tan clerical como alguien
cree, ni yo tan furibundo librepensador como suponen otros”.
En
el año 1872, Pereda construyó su nueva residencia en Polanco en la finca “Trascolina”,
muy próxima a su casa natal. A partir de entonces, las visitas de Galdós a
Polanco se hicieron frecuentes. Galdós continuo viniendo a Santander todos los
veranos y en 1890 comienza el proyecto de edificación de una casa frente a la
península de La Magdalena, a la que denominará “San Quintin”. A partir de
entonces, sus estancias serán más prolongadas y en ella firmará muchas de sus
obras.
Tuvieron
amigos comunes, estando entre los más significativos Marcelino Menéndez Pelayo,
aunque ambos tuvieron sus tertulias por separado, acorde al carácter ideológico
de los tertulianos. La amistad y la curiosidad, llevó a ambos en el verano de
1876 a realizar un viaje, junto a un amigo comerciante de Pereda, Pedro Crespo,
por la parte occidental de Cantabria, y fue a requerimiento de Pereda que el
autor canario escribiera Cuarenta leguas
por Cantabria (1876). Más tarde, en 1885, viajarán de nuevo juntos realizando un viaje a Portugal.
En
1881, aprovechando que se encontraba en Polanco, a requerimiento de Pereda, el
ilustrador catalán Apeles Mestres que
preparaba unos dibujos para ilustrar la novela que tenía en mente y cuyo
escenario iba a ser el mismo Polanco con el título de El sabor de la tierruca, le pidió a Galdós que preparase un prólogo
para dicha novela.
Otro
episodio compartido y de gran trascendencia, especialmente dentro del aspecto
literario, es su entrada en la Academia de la Lengua, hecho que ocurre en
febrero de 1897 a propuesta de Menéndez Pelayo. La presentación de Galdós fue
el 7 de febrero, contestado su discurso de entrada por Menéndez Pelayo. Pereda
hizo su discurso de entrada el 21 de febrero, contestado por Pérez Galdós.
El
3 de diciembre de 1905, tres meses antes de fallecer, escribe su última carta a
Galdós y le dice que “anda desgobernado físicamente”. Galdós, como buen
dibujante que era, le había diseñado el panteón familiar construido en 1991 en
el cementerio de Polanco. En el dibujo del diseño dejó manuscrito:
“proyecto de
sepulcro para Pereda. Ya ves, hace al mismo tiempo casa para vivos como para
muertos” . Y fue el mismo Galdós quien le ayudó a escoger
los salmos inscritos en latín de las
lápidas del panteón.
Dibujo y manuscrito de Galdós para el diseño del panteón de Pereda
Desde
que se conocieron, continuaron manteniendo contacto epistolar, pero no sólo
hablaban de literatura o asuntos relacionados con esta: ambos eran muy
aficionados a las plantas, flores y árboles. Una muestra de ello se encuentra
en el con tenido de la carta dirigida a Galdós, que forma parte de un artículo titulado
“J.Mª de Pereda “jardinero” que el hispanista y profundamente entregado al
estudio de la obra perediana, profesor Anthony H. Clarke, recientemente
fallecido, escribió para nuestra revista Desafío
(sep. 2012).
El
interés que pueda tener presentar la carta en este artículo, conmemorando la
efeméride, es mostrar a los dos amigos en asuntos ajenos a la faceta literaria;
testimoniar las visitas de Galdós a Polanco y exponer el acto curioso de
observar cómo empleaba el estilo epistolar.
Mi
querido amigo:
He
retardado un poco la respuesta a su gratísima del 5 por esperar a que el tiempo
permitiera recoger las semillas que quería enviar con esta carta. Así lo hago
hoy. Adjuntos hallará 3 paquetitos rotulados. Le advierto que del “Ay de mi” envío
la mitad de la cosecha, pues no tengo más que las plantas cuyas flores, como
Ud. verá aquí, son microscópicas. Para sembrarlas en el semillero, procure Ud.
que la tierra de la superficie esté desmenuzada y tómese Ud. la molestia de ir
hundiendo cada grano con un mondadientes de estaquilla, pues la pequeñez de
ellos no permite sembrarlos a granel como otras semillas más pesadas y
abundantes. Con el mismo palillo cubre Ud. el hoyuelo resultante, que no debe
ser profundo. Un milímetro o dos es lo suficiente. Riego frecuente. No recuerdo
si vio Ud. aquí las siemprevivas cuya semilla le envío. Son tan lindas, de tan
variados colores y tan grandes como las margaritas. El semillero de estas y de
las siemprevivas, no necesita las precauciones que el de “Ay de mí”. Sin
embargo, no descuide Ud. el riego….
J.M
de Pereda
Polanco
26 de octubre de 1876.
Como
testimonio de la estrecha amistad entre estas dos glorias literarias, aparte de
lo mencionado, y aludiendo a sus
aficiones por la botánica, existe la leyenda sobre un laurel que Galdós plantó en la finca de Pereda
para honrar y hacer los honores a su amigo . Una inscripción sobre una
piedra junto a las ramas de un viejo laurel, nos lo recuerda. Y, también en su recuerdo, el Colegio público lleva su
nombre.
Para
concluir, sería ingrato que no hiciese
una mención a don Benito Madariaga,
recientemente fallecido, que tanto ha trabajado sobre ambos autores, dejándonos,
entre otros, los siguientes libros: Pereda, biografía de un novelista (1991); Páginas
galdosianas (1991), Antología de
estudios galdosianos sobre Cantabria
(2013),... Una persona muy
trabajadora, autor fecundo que nos ha dejado una obra abundante y dispar.
Persona de trato afable y educación exquisita, a la que traté desde hace años y
de cuya savia he intentado nutrir alguno de mis
humildes conocimientos.
TINO
BARRERO
ANTHONY CLARKE COMO HIJO ADOPTIVO DE
POLANCO. ADIÓS A UN ILUSTRE VECINO
Se nos ha ido
Anthony Clarke quien ostentaba el distinguido honor de Hijo Adoptivo de Polanco. La segunda persona
que a lo largo de la historia municipal puede hacer gala de tan elevada
consideración.
He de confesar
que, dentro de mi insuficiencia, me era un personaje totalmente ignoto hasta
aquél 9 de marzo de 2001 en que tras la brillante propuesta de la Corporación
municipal de Polanco presidida por su alcalde, Miguel Ángel Rodríguez Saiz, se
nombró Hijo Predilecto a nuestro novelista más representativo de Cantabria que ha dejado impreso el nombre de Polanco en
la Literatura universal, D. José Mª de Pereda. Acto en el que, a su vez, se nombró
Hijo Adoptivo al profesor Anthony H. Clarke por su ejemplaridad, constancia y
empeño en el estudio, análisis y divulgación, a lo largo de 60 años, de la
obra perediana, evitando que cualquier
sombra de ostracismo pudiese adueñarse sobre nuestro insigne literato... A
partir de esa fecha hemos mantenido una relación cordial, estrecha, con muchas
horas de charla y de sincera amistad.
No fue esa su
primera visita a Polanco. En los años 1956 y 1957, finalizando sus estudios de
Secundaria en el Longhboroungh College, a cinco millas de su pueblo de Birstall
en Leicester, pisó por primera vez tierra española, pasando dos meses en Burgos
donde quedó cautivado por la austera campiña burgalesa. Será en 1961 preparando
el doctorado cuando pisa por vez primera Santander y Polanco. Venía motivado
por conocer los pueblos y paisajes que Pereda había incorporado a sus novelas. En esta
ocasión no vino sólo. Vino acompañado por su madre, su novia y una amiga de
esta. Guiado por conocer el acervo literario de Pereda se dirigen hacia la casa
natal donde contacta con doña María Fernanda, nieta del escritor e hija de don
Vicente Pereda, que en aquellos momentos se encuentra residiendo en la casa,
junto algunas de sus hermanas. María Fernanda le ofrece todo su apoyo, le
permite consultar la biblioteca de la que sólo conservaba un tercio de lo que
Pereda dejó. El resto había sido trasladado en 1912 a la Biblioteca Menéndez
Pelayo. Durante unos días permaneció en la casa para consulta y anotaciones
bibliográficas. De aquella vista
recuerda la entrañable relación que se estableció entre María Fernanda y su
madre, de las risas que se echaban al comunicarse en la cocina con gestos.
En el
transcurso de los estudios de doctorado vino una vez más a Polanco. Al
finalizar dicha formación con la tesis “ Don José Mª de Pereda y el sentimiento
de la naturaleza en la novela española del siglo XIX” y una vez casado con
Shirley, Graduada en Filología portuguesa y excelente traductora, pasó por la
Universidad de Auckland en Nueva Zelanda
y posteriormente en la Universidad de
Aberdeen en Escocia, para culminar como profesor en el Departamento de
Estudios Hispánicos de la Universidad de Birmingham.
Asentado en
Birmingham, todos los veranos visita Santander para encerrarse en la biblioteca
Menéndez Pelayo. Y una vez nombrado Hijo Adoptivo de Polanco vendrá, a este
nuestro pueblo, todos los años durante los meses de abril y septiembre, amén de
cuantas otras circunstancias lo hayan requerido. Además, continuará, a
diario visitando la biblioteca santanderina.
Lo cierto es
que Anthony resultaba ser un personaje muy peculiar. Tan peculiar era que no le
gustaban los Beatles ni ningún otro grupo de música pop o rock. Eso sí, la
música clásica le encantaba. Se tiraba horas en la furgoneta, recostado y
escuchando música barroca, del
clasicismo o del romanticismo… Con
cierto sentimiento conservador, mantenía un espíritu bohemio e independiente.
Siempre venía en una furgoneta adaptada para vivienda; la “jargoneta”,
llamábamos. Antes de comenzar a venir a Polanco se asentaba en el camping de
Mataleñas, en Santander. Una vez nombrado Hijo Adoptivo, se ubicaba en el patio
de la iglesia de Polanco. Todo polanquino cuando veía “la jargoneta” se decía ya llagó el inglés. Durante las
numerosas estancias le tocó lidiar con días de fuerte temporal de agua, frío y
viento y teniendo la oportunidad que le ofrecía Jose Luis Zárate, a la
sazón por aquél entonces director de
Solvay, para alojarse en el Casino donde disponía de una habitación para cubrir
sus necesidades, siempre optó por
quedarse en la furgoneta. Otra de sus peculiaridades era lo nada consentidor
con las nuevas tecnologías de comunicación; contrastaba su gran acervo
intelectual, con conocimiento de varios idiomas: inglés, francés, español, portugués, italiano,
alemán… , con ese desinterés para con el
ordenador y, por ende, rehusaba el correo electrónico; todos sus escritos eran
manuscritos, con letra caligráfica de estilo itálica. Considerándome, cuando se encontraba en
Birmingham, su enlace con Polanco, me escribía al menos una carta mensual, según
las circunstancias; yo siempre me dirigí
a él a través del correo electrónico con dirección y cuenta de Shirley, su
mujer. Si había algo de carácter urgente era Shirley quién me remitía la
información; escasísimas veces nos comunicábamos por teléfono… Y, esta era
otra, nunca quiso hacerse de un teléfono móvil y eso que se aventuraba a
recorrer grandes distancias en la furgoneta. Una vez fuera de su casa,
imposible comunicar con él. Cuando estaba en Polanco el encuentro era el bar o
la Casa de Cultura; si surgía algún imprevisto y no le hallaba, le llamaba a la
biblioteca Menéndez Pelayo o dejaba un
escrito en el parabrisas de la furgoneta;
si la búsqueda era a la inversa, él iba
a mi casa o dejaba el recado en un papel pegado a la puerta de la Casa de
Cultura… complicada tarea. En ciertos aspectos resultaba tan reaccionario como el autor al que tantos
años de estudio dedicó.
Otra
singularidad de Anthony es lo bien que imita el canto de los pájaros, por eso
desde pequeño e incluso en la universidad, le llamaban “Birdseed”. En casa de
sus padres recuerda que entre la casa y el jardín tenía cerca de 20 pájaros y a
casi todos imitaba con precisión. Siempre le ha gustado los animales, en el
amplio jardín de la casa paterna tenía diversidad de animales, incluso alguna
serpiente. Últimamente en su casa sólo tenía a su viejo y fiel Glem, un perro
pastor, grande, negro, de gran nobleza
que conocimos cuando visitamos su casa durante la presentación de la OOCC de
Pereda en la Universidad de Birmingham.
Con todo, hay
que decir que Anthony ha correspondido con máxima dignidad al honor concedido
por el Ayuntamiento de Polanco en la concesión del título de Hijo Adoptivo. No
sólo por la visita anual con su permanencia durante dos meses al año, también
ha visitado los colegios llevando el nombre de Pereda por delante; ha dado
varias charlas en la biblioteca, ha participado en cuantas actividades
culturales se han organizado durante su estancia… Se ha integrado plenamente
con los vecinos con los que con su humildad y simpatía ha sabido granjearse
cariño y respeto. Conocido en la tienda del pueblo, en las tabernas y en la
calle; ha participado intensamente en
los actos de Hermanamiento que Polanco ha realizado con la localidad gala de
Bruges. Y ha colaborado con la
Asociación Sociocultural en la Revista DESAFIO donde nos ha dejado suculentos artículos… Quiso llevar representación de Polanco en sus
presentaciones de las OOCC de Pereda, que codirigió desde los inicios de los
años 80 con los profesores José Manuel
González Herrán y Salvador Castañeda, editadas por Jose Luis Gándara, de
Ediciiones Tantin,por lo que estuvimos en Santander, Madrid, Polanco y
Birmingham. Ha mantenido una actividad cultural intensa con Polanco y un fuerte
vínculo afectivo con los polanquinos. En agosto de 2018 la Corporación de
Polanco presidida por la alcaldesa Rosa Díaz le rindió un homenaje. Fue la
última visita que hizo a Polanco. Dejó
incondicionales amigos, entre los que me encuentro, siendo obligado
mencionar a Miguel Angel Rodriguez, José Luis Zárate, Julio Cabrero. Aquilino Fonseca, José Ramón
Saiz y otras muchas personas, tanto de Polanco como de la zona de Torrelavega
que en verdad le admiraban y estimaban. Puedo afirmar que ha querido a Polanco
y Polanco le ha querido... Se ha divertido con nosotros y nosotros con él.
Se nos ha ido
un prestigioso y mundialmente reconocido estudioso de Pereda y su obra. De tal modo,
que como afirma el profesor González Herrán, en el ámbito del hispanismo
internacional, los nombres de Clarke y Pereda están ya indisolublemente unidos,
hasta el punto de que resulta imposible referirse al uno sin aludir al otro. Y,
se nos ha ido, un buen vecino, una buena persona.
Anthony ha
partido, pero seguro que personalidades como el propio J.M González Herrán o la
discípula de Anthony, Raquel Gutiérrez Sebastián, entre otros, continuarán la labor científica y
divulgativa de nuestro egregio novelista que en los últimos años ha venido
trabajando en mostrarnos a Pereda como novelista europeo; me confesó que entre
manos tenía un libro que giraba en torno al tema de Pereda y la novela rural
europea. Deja dos hijos, Richard y Andrew y dos de sus nietas continúan la saga
familiar en los estudios de Filología Hispánica, quizá continúen el legado perediano
de su abuelo.
En este abril
de acostumbrada presencia se nos marchó. Había conseguido superar el aterrador
virus pandémico del nuevo milenio, pero no pudo con la enfermedad del olvido.
Siempre en el
recuerdo, profesor Clarke... Siempre en recuerdo. “Birdseed”
TINO
BARRERO
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