jueves, 29 de diciembre de 2022

 


BARES, ¡QUÉ LUGARES!

 

                                                                                       Tino Barrero.


(...) Grande consuelo es tener
la taberna por vecina... 
Porque allí llego sediento,
pido vino de lo nuevo,
mídenlo, dánmelo, bebo,
págolo y voyme contento...
 
                (Baltasar de Alcázar)

 Polanco se está quedando sin bares. Y, en esta ocasión, cuando digo Polanco, me refiero al pueblo, no al municipio. A día de hoy sólo está funcionando como bar “El Sotileza”, cuando desde hace décadas Polanco gozaba de tres bares que ostentaban el nombre de algunas de las novelas o lugares descritos por el escritor acunado en Polanco, don J,Mª de Pereda, caso del mencionado  Sotileza, también el Peñas arriba y el Cumbrales, localidad escenario de “El sabor de la tierruca”. Tres bares con un blanco de solera magnífico, señuelo para atraer  visitantes de municipios limítrofes.

    Se echa mucho en falta su ausencia. Los bares son centros importantes de socialización; lugar de encuentro, donde en torno a una mesa o la propia barra se charla de cotidianidades, naderías, preocupaciones o alegrías; lugar donde se han llegado a pergeñar proyectos, donde se han hecho celebraciones y, en definitiva, donde la gente complace su momento de relax, de ocio, donde muchos prefieren ver el partido de fútbol, donde se organizan las partidas de cartas o se lee el periódico. El bar es ese lugar… y ¡qué lugar!, como canta Gabinete Galigari.

    

                              Bar "Sotileza" y Tienda Vega. Jesñus Vega fue una persona que merece "usía"

Muchas canciones, aparte de los de  Gabinete,  llevan como escenario de sus temas  un bar; así tenemos a Maná con la canción “Clavado en un bar”; Sabina con “Y nos dieron alas diez”; Platero y tu con “ Tras la barra”; Los Rodriguez con “ La copa rota” o Chavela Vargas con “El último trago”, por mencionar sólo algunos. Y no digamos en el cine, donde quizá la película más paradigmática sea “Casablanca”. En la literatura también quedan reflejados; valga como ejemplo “La Colmena” de Camilo J. Cela o "Una cena" de Baltasar Alcázar, a la que corresponden los versos del inicio. Y sin ir  más lejos tenemos el Bar de Resquemín, aquí en Cumbrales (Polanco), de la novela ” El Sabor de la Tierruca” de J.Mª de Pereda.

    Un pueblo que se queda sin bar pierde pulso, pierde ritmo, se apoca, se minimiza, en buena parte se deshumaniza. Miremos a nuestro alrededor, los barrios y pueblo como Posadillo y Rumoroso, que se han quedado sin bar, lo desolados que se encuentran.

    

    

                               Calle desierta sin bares. Bar "Peñas arriba" y al fondo Bar "Cumbrales"


D
e todos, y en cualquiera de los casos, opto por una Casa de Cultura dinamizada y abierta, por las sedes de asociaciones y lugares de encuentros comunes que faciliten elevar proyectos culturales y de convivencia. Creo que bares y espacios socioculturales se complementan y sirven de antídotos contra el individualismo, el aislamiento y la soledad.

    En fin, la representatividad de los bares en la industria hostelera ha sido y es muy relevante, llegando a formar parte de nuestra idiosincrasia. Somos un país de bares. Necesitamos reencontrarnos, necesitamos su reapertura. Y necesitamos espacios culturales que nos ayuden a crecer personalmente y como grupo.

 

15 AÑOS SIN EL CUMBRALES

 

    Al finalizar este mes se cumplirán quince años del cierre del Bar Cumbrales.  Todo un icono de la hostelería de Polanco, puso punto final, a su larga trayectoria, el 31 de diciembre de 2007.

    Comenzó su actividad en la primera mitad del siglo XX. No tenemos constancia de su fecha exacta, pero en los finales de los años 30 se encontraba regentado por Lola Vega y su esposo Federico Herrera, posteriormente fue conducido por una persona denominada “Asturias”, padre de Mingo casado con Mª Jesús Nieto, que era vecino de Polanco.

    El 7 de abril de 1945, del “Cumbrales” se  hizo cargo Jesús Fuentevilla Herrera, cuya familia lo ha mantenido hasta su cierre; es decir, durante 62 años.

    Cuando Jesús se hizo cargo de él, se denominaba “La Flor de Cumbrales”, ha sido más que un bar; ha realizado funciones de Centro Cívico- social, pues dispuso de salón de baile, el “SALÓN DE BAILE CUMBRALES”, denominado popularmente “El pulguero”, en el que se celebraba baile todos los domingos amenizado por una orquesta desde Torrelavega, “ Orquesta Iniesta”.


    Con posterioridad unos años después, en noviembre de 1958, se creó en el lugar del salón de baile, un “SALÓN DE CINE”, que estuvo en vigor hasta el año 1965. El nombre del local se denominaba “Cine Cumbrales”; la empresa que lo regentaba GUEMER Poseía un aforo para 263 personas; de butaca 198 y 65 de general. Los precios de las entradas eran 7 pesetas para butaca y 5 pesetas para general. Se ofrecían dos sesiones en domingos y festivos. Una de las primeras películas que se pasó fue “El bebé y el acorazado”. De las últimas que se pasaron, si no la última, fue “La leyenda de Buda”. Gustavo y Merino que conducían el Cine Garcilaso de Torrelavega eran los responsables de la filmografía; de ahí supongo el nombre de GUEMER. De acomodador, Mingo Rodriguezy, de cuándo en cuándo, sustituido o ayudado por Dolfín Fuentevilla.

                                                    Último día del Cumbrales

    A ver alguna sesión matinal, ante acontecimientos o efemérides, especiales, nos llevaban desde la escuela. Y en este salón se realizó la gran exaltación conmemorativa a algún acto del régimen,  pues con gran solemnidad, algunos vecinos, vestidos con la camisa azul de la falange y, algunos, boinas rojas hicieron alocuciones de tono grandilocuente y entonaban cánticos que a la mayor parte de los niños allí asistentes, nada nos decía.

    Este salón, de baile primero y cine después, fue protagonista de la  última “DESHOJA” familiar a favor de Vicente Fuentevilla, en la que yo participé siendo un incipiente adolescente, acompañada por muchos vecinos de Polanco.  Recuerdo un montón de chavales y varias personas adultas haciendo corro, en mitad del salón, y en cuyo centro se iban depositando las panojas que a cestaos se metían por la puerta que daba directamente al salón y que previamente habían sido depositadas en la bolera. Los anises y las gaseosas, estimulaban la monótona labor que se aderezaba con bromas, chistes y chascarrillos.

    La bolera, compañera fiel de cualquier taberna que se tuviese en estima, no sólo fue  lugar de práctica del deporte vernáculo, sino que durante muchos años, se hacía la ROMERÍA DE “LA ASCENSIÓN”, toda una fiesta, de las buenas, dentro del municipio. Prácticamente todo el mundo bailaba, la bolera se ponía a retaque, y aquí era costumbre el “pase la patata”. Uno o más vecinos,  recuerdo a Dolfo Castillo, pasaban entre las parejas que bailaban y colocaban al varón un alfiler con un trozo de tela que llevaban pinchadas en la patata, a cambio del pinchazo, se daba un donativo a fin de colaborar con los gastos de la orquesta.  Esta fiesta se dejó de realizar cuando La Ascensión que se celebraba siempre en jueves, pasó a celebrarse en domingo.


                                      En la terraza de Cumbrales, finales años 60 . Foto cedida por Neluca Fuentevilla

    El Cumbrales, fue uno de los primeros lugares que tuvo televisión. Le tocó a Jesús a través de unas chapas de aceite “Sotoliva”. Por ser críos, muy poco la pudimos disfrutar.

    De la infancia en el Cumbrales, junto al recuerdo del cine, la romería y los bolos, se encuentran las partidas de futbolín, el truco de la pinza que colocábamos, cuando Jesús se descuidaba, para que la bola que entraba en la cajonera volviese a salir y así con una peseta prolongábamos la partida hasta que nos descubrían; recuerdo los primeros celtas que fumábamos a escondidas detrás del cine. Y ya, en edad adulta, el blanco, por cierto, muy buen blanco. El local sumamente acogedor, con regusto a antiguo; muy bien atendido; uno se sentía cómodo. Recuerdo el blanco con galleta que te ponía Jesús. Sobre el vaso de blanco ponía una galleta tostada Fontaneda o un  churrusco de Cuétara que mojabas en el blanco; en los últimos años lo habitual para acompañar al blanco eran los cacahuetes, ¡qué maridaje más excelente!


                                                         Partida en el  bar Cumbrales, años 70

    Las últimas personas que regentaron el bar fueron Emilia y Rosi, hijas de Jesús. Y qué decir de la terraza, ¿eh?  Guarecida bajo la prolongada rama del plátano, donde los blancos del mediodía o cubatas nocturnos, en el verano, adquirían sabor especial y te hacía sentir que te encontrabas en uno de los mejor lugares del mundo.

    El Cumbrales, todo un icono que ha hecho historia en la vida municipal. Es  recordado y añorado... Vaya que si  lo es.


                                                   Últimos resistentes en la terraza del Cumbrales.

 

 Ah, pero si pensabais que esta entrada había concluido, os equivocáis. Falta dejar constancia de la última persona, ajena a la familia, que salió por la puerta del bar ese día del cierre, de tan egregia institución hostelera. Información ofrecida por Rosi, última regente del bar, que tanto le estimaba. Se trata de Toño Barrero que salió después de las 18 horas, y a quien acompaño en la fotografía.


                                 Con mi primo Toño, el último paisano que clausuró El Cumbrales.


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