BARES,
¡QUÉ LUGARES!
Tino Barrero.
Polanco
se está quedando sin bares. Y, en esta ocasión, cuando digo Polanco, me refiero
al pueblo, no al municipio. A día de hoy sólo está funcionando como bar “El
Sotileza”, cuando desde hace décadas Polanco gozaba de tres bares que
ostentaban el nombre de algunas de las novelas o lugares descritos por el
escritor acunado en Polanco, don J,Mª de Pereda, caso del mencionado Sotileza, también el Peñas arriba y el
Cumbrales, localidad escenario de “El sabor de la tierruca”. Tres bares con un
blanco de solera magnífico, señuelo para atraer
visitantes de municipios limítrofes.
Se
echa mucho en falta su ausencia. Los bares son centros importantes de
socialización; lugar de encuentro, donde en torno a una mesa o la propia barra
se charla de cotidianidades, naderías, preocupaciones o alegrías; lugar donde
se han llegado a pergeñar proyectos, donde se han hecho celebraciones y, en
definitiva, donde la gente complace su momento de relax, de ocio, donde muchos
prefieren ver el partido de fútbol, donde se organizan las partidas de cartas o
se lee el periódico. El bar es ese lugar… y ¡qué lugar!, como canta Gabinete
Galigari.
Bar "Sotileza" y Tienda Vega. Jesñus Vega fue una persona que merece "usía"
Muchas
canciones, aparte de los de
Gabinete, llevan como escenario
de sus temas un bar; así tenemos a Maná
con la canción “Clavado en un bar”; Sabina con “Y nos dieron alas diez”; Platero
y tu con “ Tras la barra”; Los Rodriguez con “ La copa rota” o Chavela Vargas
con “El último trago”, por mencionar sólo algunos. Y no digamos en el cine,
donde quizá la película más paradigmática sea “Casablanca”. En la literatura
también quedan reflejados; valga como ejemplo “La Colmena” de Camilo J. Cela o "Una cena" de Baltasar Alcázar, a la que corresponden los versos del inicio. Y
sin ir más lejos tenemos el Bar de Resquemín, aquí en Cumbrales
(Polanco), de la novela ” El Sabor de la Tierruca” de J.Mª de Pereda.
Un
pueblo que se queda sin bar pierde pulso, pierde ritmo, se apoca, se minimiza,
en buena parte se deshumaniza. Miremos a nuestro alrededor, los barrios y
pueblo como Posadillo y Rumoroso, que se han quedado sin bar, lo desolados que
se encuentran.
Calle desierta sin bares. Bar "Peñas arriba" y al fondo Bar "Cumbrales"
De
todos, y en cualquiera de los casos, opto por una Casa de Cultura dinamizada y
abierta, por las sedes de asociaciones y lugares de encuentros comunes que
faciliten elevar proyectos culturales y de convivencia. Creo que bares y
espacios socioculturales se complementan y sirven de antídotos contra el
individualismo, el aislamiento y la soledad.
En
fin, la representatividad de los bares en la industria hostelera ha sido y es
muy relevante, llegando a formar parte de nuestra idiosincrasia. Somos un país
de bares. Necesitamos reencontrarnos, necesitamos su reapertura. Y necesitamos
espacios culturales que nos ayuden a crecer personalmente y como grupo.
15
AÑOS SIN EL CUMBRALES
Al
finalizar este mes se cumplirán quince años del cierre del Bar Cumbrales. Todo un icono
de la hostelería de Polanco, puso punto final, a su larga trayectoria, el 31 de
diciembre de 2007.
Comenzó
su actividad en la primera mitad del siglo XX. No tenemos constancia de su
fecha exacta, pero en los finales de los años 30 se encontraba regentado por Lola Vega y su esposo Federico Herrera, posteriormente fue
conducido por una persona denominada “Asturias”,
padre de Mingo casado con Mª Jesús Nieto, que era vecino de Polanco.
El
7 de abril de 1945, del “Cumbrales” se
hizo cargo Jesús Fuentevilla
Herrera, cuya familia lo ha mantenido hasta su cierre; es decir, durante 62
años.
Cuando Jesús se hizo cargo de él, se denominaba “La Flor de Cumbrales”, ha sido más que un bar; ha realizado funciones de Centro Cívico- social, pues dispuso de salón de baile, el “SALÓN DE BAILE CUMBRALES”, denominado popularmente “El pulguero”, en el que se celebraba baile todos los domingos amenizado por una orquesta desde Torrelavega, “ Orquesta Iniesta”.
Último día del Cumbrales
A
ver alguna sesión matinal, ante acontecimientos o efemérides, especiales, nos
llevaban desde la escuela. Y en este salón se realizó la gran exaltación
conmemorativa a algún acto del régimen,
pues con gran solemnidad, algunos vecinos, vestidos con la camisa azul
de la falange y, algunos, boinas rojas hicieron alocuciones de tono
grandilocuente y entonaban cánticos que a la mayor parte de los niños allí
asistentes, nada nos decía.
Este
salón, de baile primero y cine después, fue protagonista de la última “DESHOJA”
familiar a favor de Vicente Fuentevilla, en la que yo participé siendo un
incipiente adolescente, acompañada por muchos vecinos de Polanco. Recuerdo un montón de chavales y varias
personas adultas haciendo corro, en mitad del salón, y en cuyo centro se iban
depositando las panojas que a cestaos se metían por la puerta que daba
directamente al salón y que previamente habían sido depositadas en la bolera.
Los anises y las gaseosas, estimulaban la monótona labor que se aderezaba con
bromas, chistes y chascarrillos.
La
bolera, compañera fiel de cualquier taberna que se tuviese en estima, no sólo
fue lugar de práctica del deporte
vernáculo, sino que durante muchos años, se hacía la ROMERÍA DE “LA ASCENSIÓN”,
toda una fiesta, de las buenas, dentro del municipio. Prácticamente todo el
mundo bailaba, la bolera se ponía a retaque, y aquí era costumbre el “pase la patata”. Uno o más vecinos, recuerdo a Dolfo Castillo, pasaban entre las
parejas que bailaban y colocaban al varón un alfiler con un trozo de tela que
llevaban pinchadas en la patata, a cambio del pinchazo, se daba un donativo a
fin de colaborar con los gastos de la orquesta.
Esta fiesta se dejó de realizar cuando
En la terraza de Cumbrales, finales años 60 . Foto cedida por Neluca Fuentevilla
El
Cumbrales, fue uno de los primeros lugares que tuvo televisión. Le tocó a Jesús
a través de unas chapas de aceite “Sotoliva”. Por ser críos, muy poco la
pudimos disfrutar.
De la infancia en el Cumbrales, junto al recuerdo del cine, la romería y los bolos, se encuentran las partidas de futbolín, el truco de la pinza que colocábamos, cuando Jesús se descuidaba, para que la bola que entraba en la cajonera volviese a salir y así con una peseta prolongábamos la partida hasta que nos descubrían; recuerdo los primeros celtas que fumábamos a escondidas detrás del cine. Y ya, en edad adulta, el blanco, por cierto, muy buen blanco. El local sumamente acogedor, con regusto a antiguo; muy bien atendido; uno se sentía cómodo. Recuerdo el blanco con galleta que te ponía Jesús. Sobre el vaso de blanco ponía una galleta tostada Fontaneda o un churrusco de Cuétara que mojabas en el blanco; en los últimos años lo habitual para acompañar al blanco eran los cacahuetes, ¡qué maridaje más excelente!
Partida en el bar Cumbrales, años 70
Las últimas personas que regentaron el bar fueron Emilia y Rosi, hijas de
Jesús. Y qué decir de la terraza, ¿eh? Guarecida
bajo la prolongada rama del plátano, donde los blancos del mediodía o cubatas
nocturnos, en el verano, adquirían sabor especial y te hacía sentir que te
encontrabas en uno de los mejor lugares del mundo.
El Cumbrales, todo un icono
que ha hecho historia en la vida municipal. Es recordado y añorado... Vaya que si lo es.
Últimos resistentes en la terraza del Cumbrales.
Con mi primo Toño, el último paisano que clausuró El Cumbrales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario