Don BENITO PÉREZ GALDÓS EN POLANCO
Añadía Julián Revuelta, El Malvís, en su cántico a unos versos que Jesús Cancio dedicó a
Polanco, aquello de que: Si será Polanco
digno de las mayores grandezas que quiso Dios que en Polanco viniera al mundo
Pereda. A su vez, D. Marcelino
Menéndez Pelayo dijo de Pereda que era “el
patriarca de la región montañesa, la gloria mayor de la tierra donde nací…”
Casa de José Mª de Pereda |
Palabras
que enaltecen a nuestro autor y enorgullecen a
sus convecinos polanquinos. Ciertamente, Polanco ofreció a Pereda su
cuna y lugar para el descanso perpetuo.
Pereda iba a corresponder dejando impreso el nombre de su pueblo dentro de la Literatura universal.
Además, Pereda ha sido el causante de que numerosos visitantes recalen por esta
localidad. Unos fueron coetáneos suyos, y otros persistentes en el tiempo. Unos,
para visitarle personalmente; otros, para
conocer el paisaje y escenario de alguna de sus obras o para conocer su
residencia y el entorno donde escribió buena parte de su obra.
Alguno de
ellos, preeminente en el arte de escribir, dejó testimonio de su visita y del
nombre de Polanco en alguno de sus libros. Caso es el del comillano Domingo de
las Cuevas (1830-1907), a la sazón primo carnal de Pereda, que incluyó en su
libro Antaño (1903), dentro del
relato “Cómo conocí a Pereda”, la impresión que con apenas 12 años le produjo
la primera salida de su Comillas natal para dirigirse a Polanco, en un
carromato de bueyes, llegar a la Requejada, encontrarse con aquella ancha
carretera que suponía el Camino Real, la cambera que tuvo que ascender entre
abundantes escajos hasta divisar el campanario de la iglesia rodeado de casas
de exterior labradoresco, y entre la más distinguida y blasonada la de su pariente.
Personalidades
de la altura literaria de Azorín
también reseñan el topónimo de Polanco. El periodista se acerca a esta
localidad para visitar a Pereda en el ocaso de su vida, viajando desde
Santander en el tren del Cantábrico,
recién estrenado el trayecto Santander-Llanes, y nos va describiendo con mucho colorido, el
trayecto que dura dos horas por las localidades en que circula hasta llegar a la
Requejada. Nos sigue relatando cómo desde esta estación camina por la
naturaleza en un entorno idílico, senda arriba hasta observar el pueblo de
Polanco, compuesto por diez o doce casas aisladas, de rojizas techumbres, casi
ocultas entre la frondosidad del paisaje, y desde el mismo centro del disperso
poblado contempla un alto y viejo muro
que cerca un jardín, en medio del cual se halla la casa del novelista. Esta visita, bajo el título “Polanco. En casa
de Pereda” fue descrita en dos artículos publicados en ABC el 10 y 11 de agosto de 1905 y recogidas posteriormente en el
libro Las tercera de ABC (1976).
Acerca del
autor de Sotileza, Galdós dejó
escrito: “Vive parte en Santander y otra parte en su magnífica casa posesión de
Polanco en medio de aquella naturaleza risueña, siempre fresca y poética”. Y en
otra ocasión, refiriéndose también a la residencia de Pereda, escribe “…en aquellos hospitalarios estados de Polanco,
residencia placentera y cómoda, asentada en medio de la poesía y de la soledad
campestre”.
Andando el
tiempo, poco antes de mediar el pasado siglo, se acerca a Polanco el Poeta del
Mar, Jesús Cancio, quien del brazo de su primo Luis Corona, a lo largo del
estío tendrá su cita anual, hasta su fallecimiento en esta localidad. El propio
Cancio atraerá a este lugar numerosas personalidades del mundo de la farándula,
especialmente de Santander y Torrelavega: escultores, poetas, pintores,
músicos… Y, cómo no, tras sus frecuentes estancias en Polanco, también tuvo la gracia de dejar su nombre en el
glorioso mundo de las letras. La villa es elegida dentro del opúsculo “Seis de
los santos lugares del poeta”, editado por Hermanos Bedia (1955). También nos dejó
dos poemas: uno denominado “Polanco”, que aparece en su último libro Bronces de mi costa (1956), y otro “Tonadas
a Polanco”.
Con todo
ello, bien podemos considerar que Polanco sea uno de los municipios de la
región cuyo nombre mejor ha quedado cincelado con hermosos ribetes en el mundo
de la cultura literaria, gracias a la excelsa pluma de significados hombres de
las letras.
Más, lo
que este artículo pretende en la conmemoración del centenario del fallecimiento
de don Benito Pérez Galdós, es significar la presencia del autor de los Episodio Nacionales en la villa de Polanco,
cuyo nexo ineludible se encuentra en Pereda. Son diversos los autores cántabros
que vienen estudiando y han escrito algún artículo sobre Galdós a lo largo de
esta efeméride: miembros de la Sociedad Menéndez Pelayo como Borja Rodriguez,
José Manuel González Herrán o Raquél Gutiérrez con el artículo “Una pieza en el
taller del realismo”; José Ramón Saiz Viadero, “ Galdós y Cantabria”; Jesús
Herrán, “Galdós santanderino”; Ana Vega Pérez,”Pérez, “Galdós, garbancero a
mucha honra”,… Es por ello que, sin
entrar en disquisiciones, deseo presentar un breve esbozo de lo significativo
de esta amistad que hace sobrentender la relación del escritor canario con
Polanco.
Quizá
huyendo del pesado calor capitalino durante el estío; tentado por la añoranza
de recibir sobre su rostro la brisa marina de su etapa palmense, o quizá, tal
como él mismo nos cuenta en el prólogo de El
sabor de la tierruca (1882), fue la impresión que le produjo la lectura de Escenas montañesas (1864) y Tipos y paisajes (1871) lo que le
inoculó un inusitado interés por conocer esta hermosa región… Por lo que fuere, vino por vez primera a
Santander en el verano de 1871, acababa de dar a la imprenta su novela La sombra, y quedó tan encantado de la
ciudad que afectivamente la adoptó, y no dejó de visitarla hasta 1917, cuando ya ciego y con escasas fuerzas se recluyó
definitivamente en Madrid.
En
esa primera visita contacta por vez primera con un José María de Pereda que
sale a su encuentro en la pensión donde se hospeda, situada en la misma calle
donde reside el autor polanquino. Ambos tenían referencias recíprocas, pero no
se conocían personalmente. A partir de entonces se establece entre ambos una
gran amistad que perdurará para siempre. Una amistad realmente paradigmática
por su intensidad, lealtad y perdurabilidad; difícil en dos personalidades de
carácter e ideas tan diferentes, pero que, sin duda, estuvo bien cimentadas por
la tolerancia y el respeto y alimentada por el afecto. Pereda sintió un gran
afecto hacia Galdós, y le maravillaba su enorme facilidad literaria, a la vez,
de fecunda, variada y continua, pero se mostró más crítico con sus ideas
políticas y religiosas.
Laurel plantado por Galdós en Polanco, casa de J.Mª de Pereda
Galdós
hacia Pereda, respecto a lo literario, valoraba la introducción que hizo en sus
primeros libros del lenguaje popular en la literatura, creando personajes que
eran seres vivos de fuerte realidad, además de la capacidad para reproducir lo
natural y el gran poder para combinar la realidad con la fantasía, lo que hace
que le considere porta-estandarte del realismo literario en España. De su
carácter, le llamó la atención su firmeza y tesón puro y desinteresado y la
noble sinceridad con que declaraba y defendía sus ideas. En una ocasión
escribía Galdós: “ni don José María de Pereda era tan clerical como alguien
cree, ni yo tan furibundo librepensador como suponen otros”.
En
el año 1872, Pereda construyó su nueva residencia en Polanco en la finca “Trascolina”,
muy próxima a su casa natal. A partir de entonces, las visitas de Galdós a
Polanco se hicieron frecuentes. Galdós continuo viniendo a Santander todos los
veranos y en 1890 comienza el proyecto de edificación de una casa frente a la
península de La Magdalena, a la que denominará “San Quintin”. A partir de
entonces, sus estancias serán más prolongadas y en ella firmará muchas de sus
obras.
Tuvieron
amigos comunes, estando entre los más significativos Marcelino Menéndez Pelayo,
aunque ambos tuvieron sus tertulias por separado, acorde al carácter ideológico
de los tertulianos. La amistad y la curiosidad, llevó a ambos en el verano de
1876 a realizar un viaje, junto a un amigo comerciante de Pereda, Pedro Crespo,
por la parte occidental de Cantabria, y fue a requerimiento de Pereda que el
autor canario escribiera Cuarenta leguas
por Cantabria (1876). Más tarde, en 1885, viajarán de nuevo juntos realizando un viaje a Portugal.
En
1881, aprovechando que se encontraba en Polanco, a requerimiento de Pereda, el
ilustrador catalán Apeles Mestres que
preparaba unos dibujos para ilustrar la novela que tenía en mente y cuyo
escenario iba a ser el mismo Polanco con el título de El sabor de la tierruca, le pidió a Galdós que preparase un prólogo
para dicha novela.
Otro
episodio compartido y de gran trascendencia, especialmente dentro del aspecto
literario, es su entrada en la Academia de la Lengua, hecho que ocurre en
febrero de 1897 a propuesta de Menéndez Pelayo. La presentación de Galdós fue
el 7 de febrero, contestado su discurso de entrada por Menéndez Pelayo. Pereda
hizo su discurso de entrada el 21 de febrero, contestado por Pérez Galdós.
El
3 de diciembre de 1905, tres meses antes de fallecer, escribe su última carta a
Galdós y le dice que “anda desgobernado físicamente”. Galdós, como buen
dibujante que era, le había diseñado el panteón familiar construido en 1991 en
el cementerio de Polanco. En el dibujo del diseño dejó manuscrito:
“proyecto de
sepulcro para Pereda. Ya ves, hace al mismo tiempo casa para vivos como para
muertos” . Y fue el mismo Galdós quien le ayudó a escoger
los salmos inscritos en latín de las
lápidas del panteón.
Dibujo y manuscrito de Galdós para el diseño del panteón de Pereda
Desde
que se conocieron, continuaron manteniendo contacto epistolar, pero no sólo
hablaban de literatura o asuntos relacionados con esta: ambos eran muy
aficionados a las plantas, flores y árboles. Una muestra de ello se encuentra
en el con tenido de la carta dirigida a Galdós, que forma parte de un artículo titulado
“J.Mª de Pereda “jardinero” que el hispanista y profundamente entregado al
estudio de la obra perediana, profesor Anthony H. Clarke, recientemente
fallecido, escribió para nuestra revista Desafío
(sep. 2012).
El
interés que pueda tener presentar la carta en este artículo, conmemorando la
efeméride, es mostrar a los dos amigos en asuntos ajenos a la faceta literaria;
testimoniar las visitas de Galdós a Polanco y exponer el acto curioso de
observar cómo empleaba el estilo epistolar.
Mi
querido amigo:
He
retardado un poco la respuesta a su gratísima del 5 por esperar a que el tiempo
permitiera recoger las semillas que quería enviar con esta carta. Así lo hago
hoy. Adjuntos hallará 3 paquetitos rotulados. Le advierto que del “Ay de mi” envío
la mitad de la cosecha, pues no tengo más que las plantas cuyas flores, como
Ud. verá aquí, son microscópicas. Para sembrarlas en el semillero, procure Ud.
que la tierra de la superficie esté desmenuzada y tómese Ud. la molestia de ir
hundiendo cada grano con un mondadientes de estaquilla, pues la pequeñez de
ellos no permite sembrarlos a granel como otras semillas más pesadas y
abundantes. Con el mismo palillo cubre Ud. el hoyuelo resultante, que no debe
ser profundo. Un milímetro o dos es lo suficiente. Riego frecuente. No recuerdo
si vio Ud. aquí las siemprevivas cuya semilla le envío. Son tan lindas, de tan
variados colores y tan grandes como las margaritas. El semillero de estas y de
las siemprevivas, no necesita las precauciones que el de “Ay de mí”. Sin
embargo, no descuide Ud. el riego….
J.M
de Pereda
Polanco
26 de octubre de 1876.
Como
testimonio de la estrecha amistad entre estas dos glorias literarias, aparte de
lo mencionado, y aludiendo a sus
aficiones por la botánica, existe la leyenda sobre un laurel que Galdós plantó en la finca de Pereda
para honrar y hacer los honores a su amigo . Una inscripción sobre una
piedra junto a las ramas de un viejo laurel, nos lo recuerda. Y, también en su recuerdo, el Colegio público lleva su
nombre.
Para
concluir, sería ingrato que no hiciese
una mención a don Benito Madariaga,
recientemente fallecido, que tanto ha trabajado sobre ambos autores, dejándonos,
entre otros, los siguientes libros: Pereda, biografía de un novelista (1991); Páginas
galdosianas (1991), Antología de
estudios galdosianos sobre Cantabria
(2013),... Una persona muy
trabajadora, autor fecundo que nos ha dejado una obra abundante y dispar.
Persona de trato afable y educación exquisita, a la que traté desde hace años y
de cuya savia he intentado nutrir alguno de mis
humildes conocimientos.
TINO
BARRERO
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