LA MUJER DENTRO DE LA RONDA MARCERA
por Tino Barrero
Coordinador Cultural y
Director Ronda Marcera de Polanco
Recién salidas las rondas
marceras por las distintas localidades de nuestra región y a las puertas de
celebrase el Día de la Mujer, me
pregunto, una vez más ¿Tiene sentido, hoy en día, la exclusividad sexista de la
“Marzas”?. Las “marzas” son una de las
tradiciones cántabras con mayor clara
connotación machista, debido a la exclusión de la mujer en su ronda.
Los más ortodoxos recurren a leyes no escritas. Nos dice Antonio
Montesinos en su libro Las Marzas: Rituales de
identidad y sociabilidad masculinas.
Editorial Límite 1992, que “La ley y la
costumbre de las marzas no consienten más que a mozos solteros". Con
ello, pone de manifiesto que las costumbres se convierten en leyes, dando paso
al denominado derecho consuetudinario.
Pero, costumbre simplemente es un acto o
serie de actos que se realizan de manera continua en el tiempo y que pueden dejar
de realizarse por causas diversas sin que se caiga en algo ilícito. Las costumbres
quedan sometidas a variables circunstanciales. En el caso que nos concierne de
las “marzas”, sería impensable en el medio rural, durante los siglos XIX y
anteriores, que hombres y mujeres acometiesen roles comunes como es el ensayar y hacer rondas nocturnas cantando marzas. Vamos, totalmente impensable. Se
tendría que esperar más allá de
mediados del siglo XX para sólo
poder imaginarlo.
Otra
cuestión es, ¿qué fin perseguía en su origen
la ronda de marzas?
No sabemos con certeza la
procedencia de las “marzas”, hay quienes las trasladan a la costumbre ancestral
de los antiguos pueblos de la península,
anteriores a la denominación romana, siendo una fiesta propia del primer día
del año que siguiendo el calendario lunar correspondería al 1 de marzo, para
alabanza a la primavera. Así lo confirma el antropólogo Julio Caro Baroja : “Los mozos son los descendientes de los que
en otra época salieron con motivo del comienzo del año ‘Kalendae Martiae’
cantando las ‘martiae’, anunciando la venida del primer mes dedicado a un dios
de la agricultura después de los meses purificadores”
Por lo
tanto, su objetivo es el dar la bienvenida a la primavera a través de cantos por las casas en alabanza a los
vecinos, celebrando el dejar el duro y frío invierno atrás. No existe ninguna reseña que nos pudiese
llevar a considerar la ronda de marza, como ronda de amor o de cortejo. Por
consiguiente, la diferenciación sexual no justifica sesgo alguno para realizar
la ronda.
Otro
mito a desmontar; tanto José Mª de Pereda 1864, en Escenas montañesas, como Amós de Escalante 1871, en Costas y montañas, Demterio Duque y
Merino en 1892 y Antonio Montesinos en 1992, al referirse a la ronda marcera,
hacen mención a una composición de mozos jóvenes. Es entendible; en el medio
rural no es fácil imaginar, tiempo atrás, a un adulto de algarabía, cantando de
casa en casa y acompañado de adolescentes y jóvenes, ya que la distancia intergeneracional ha sido
manifiesta hasta tiempos muy recientes. Hoy en día, salvada ésta en buena
medida y sin que llame la atención a los más puristas, participan en la ronda,
niños, jóvenes y mayores sin que represente dificultad alguna. Al contrario,
supone un instrumento de integración y de control social en el cumplimiento de
los valores e ideales de la comunidad, donde los más jóvenes aprenden de sus
mayores. No olvidemos que si algo es incuestionable a la ronda de marzas, es la
exquisitez en cortesía, respeto y responsabilidad hacia la autoridad, hacia el
vecino, hacia el propio grupo y hacia sí mismo. El ritual consiste en llamar
a la casa, presentación y saludo, pedir
permiso, cantar si se concede, agradecer la dádiva y despedida. También se
refuerzan, tal como nos indica Montesinos, con el ritual petitorio, el sistema
de ayudas y prestaciones mutuas.
Otra
consideración a tener en cuenta; las marzas que han tenido un proceso desigual
en el tiempo, teniendo su periodo de realce y de decadencia, tras la Guerra
Civil sufrieron un apagón en toda la región, va
a ser a partir de mediados de los años cincuenta, cuando a través de
algunas agrupaciones de voces corales, como el Coro Ronda Garcilaso se vuelven
a escuchar los cantos de marzas a través de la radio, pero sin ronda y cantada
a dos o tres voces, cuando tal como nos dejó escrito Duque y Merino en “ Algo
de las marzas” 1892, los cánticos de marza son a una sola voz y sin
acompañamiento de instrumento alguno.
Decía
don Sixto de Córdova y Oña que “quizás las marzas todas de nuestra provincia
fueron inspiradas por la melodía musical que oí en 1878 en el famoso Cumbrales,
donde nació y vivió don José María de Pereda”. Bueno, no sabemos… Lo que sí es
cierto es que en Polanco desde antaño se recuerda el canto de marzas con sus
paréntesis correspondientes. Los más mayores del lugar, nonagenarios hoy,
recuerdan cantar las marzas por el pueblo e ir después a la taberna y con lo
recaudado tomarse unos blancos o mistelas con galletas. En los años 70 un grupo
de jóvenes de ambos sexos, pertenecientes al grupo de danzas hicieron un amago
de cantarlas, sólo salieron un años y
por tres o cuatro casas. Posteriormente,
las niñas del colegio La Milagrosa, salieron
algunos años por el municipio para recaudar dinero para el viaje fin de
estudios. Más tarde, en 1989, desde la Escuela de Adultos municipal, dentro de
la programación pedagógica del área Sociocultural, se contempló la necesidad de
dinamizar social y culturalmente el municipio que presentaba grandes carencias.
Entre las diversas actuaciones estaba la recuperación de tradiciones, dentro de
las cuales estaban el cántico y ronda de marzas. En estas tareas, se tenía muy
claro que cualquier acción dinamizadora y transformadora se debía dar entre
hombres y mujeres, jóvenes y mayores. Por lo cual, en ese año, comenzó la ronda
mixta marcera de Polanco manteniendo continuidad hasta el presente.
Quiero
con esto decir que en Polanco se ha tratado, a través del tiempo, de preservar
la esencia de lo que es la tradición marcera, pero prestando menor atención a
florituras, a la forma, que en mayor o menor grado, todos los grupos marceros
vienen obviando.
Las tradiciones también sufren su evolución, tal
como indica Emma Mª Blanco en su libro “Marzas
tradición viva en Polanco” Edición revisada y ampliada 2015, p.28, donde
preservando el fondo, es decir, lo esencial, cabe – y, a veces, se hace
necesario- que las formas o continentes vayan adaptándose a tiempos actuales,
siendo lo suficiente abiertos como para comprender que ninguna de las formas
adoptadas cambia el contenido del fondo. Si estamos dispuestos a cambiar la
canción a varias voces o introducir mayores con jóvenes y niños, no debemos
presentar estrechez de mira para introducir a la mujer.
Por
fortuna hemos visto como en muchos pueblos y aldeas de Cantabria han resurgido
en los últimos años grupos de rondas marceras mixtas, corrigiéndose
paulatinamente ese lastre de exclusividad sexual que no tiene justificación
alguna excepto una anacrónica estructuración social de base cultural y que paradójicamente
se está dando más en el entorno urbano. La esencia de la marza – que es lo
fundamental- seguirá tal cual: cántico, casa por casa, de alabanza a la
primavera y a los dueños de la casa; en la forma, no solo cantarán niños,
jóvenes y adultos, como ya lo vienen haciendo actualmente, desafiando posturas
recalcitrantes, sino que se incluirán a la mujer sin diferenciación, sin
subordinación real ni simbólica alguna. Con ello ganan las marzas, gana la
sociedad, ganamos todos.
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